A veces la magia no está en
recorrer la grandiosidad de ciudades como París, llenas de monumentos, o en conocer
la ciudad donde nació aquel genio al que admiras, como Salzburgo. Con
frecuencia, la magia la tenemos aquí al lado, en pequeñas cosas y detalles casi
imperceptibles. Por eso os quiero hablar del atardecer en el Faro de Punta de
Teno, en el noroeste de Tenerife.
Lo cierto es que la historia no
es muy bonita ni muy romántica, y de hecho lo pasé bastante mal cuando fui
allí. Sin embargo, el resultado mereció la pena. Todo se remonta al verano de
2014, después de un agotador pero estupendo día conociendo Tenerife. Mi novio
me quería dar una sorpresa llevándome a este sitio tan bonito, pero al llegar
nos encontramos con la carretera medio cerrada.
Fuimos por la carretera de
Buenavista del Norte, y al llegar al tramo que lleva al Faro, había una valla
cortando la mitad de la vía. Paramos el coche y leímos los carteles que
indicaban que pasar por allí era peligroso y que, si lo hacías, era tu
responsabilidad. Durante el rato que estuvimos dudando o no, varios coches
salieron y entraron por la parte de la valla que estaba abierta, así que, como
mi novio ya había estado antes allí y conocía la zona, decidimos arriesgarnos.
Yo iba aterrorizada, para qué
decir lo contrario. A mí eso de arriesgarme… Lo justo. Así que pasar a escasos
metros de los Acantilados de los Gigantes, viendo la carretera llena de baches
producidos por los desprendimientos, no me producía mucha tranquilidad (juzgad
vosotros mismos con el vídeo). Atravesamos varios túneles sin nada de
iluminación (salvo la del coche, obviamente) y por fin, llegamos a nuestro
destino: el Faro de Punta de Teno.
Los acantilados de los Gigantes, vistos desde Punta de Teno
Salí del coche y tuve la
oportunidad de mirar atrás, ver las impresionantes moles de roca que se hacen
llamar Gigantes (con toda la razón del mundo mundial), y sonreír. El sol se
ponía, hacía airecillo y dimos un paseo por allí. No se puede subir hasta el
faro, pero sí se puede pasear por la zona y disfrutar de la brisa marina.
Así que finalmente, mereció la
pena. Contemplé un maravilloso atardecer tinerfeño en uno de los lugares de más
encanto y menos accesibles de la isla. He leído en el Diario de Avisos que tal
vez se reanuden las obras ahora en enero para acondicionar la carretera, a ver
si hay suerte. Mientras tanto, si pasáis, es vuestra responsabilidad (yo no os
estoy diciendo en ningún momento que pasar sea seguro).
¿Qué os ha parecido este rincón?
¿Os ha gustado? ¿Habríais arriesgado, os habríais dado la vuelta? ¡Contadme
vuestra opinión! Me gustaría saber también si alguien ha estado antes de que
estuviera así la carretera.
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Pues yo no sé si me habría arriesgado... Y más llevando coche de alquiler... Puff!! Aunque a juzgar por las fotos, veo que mereció la pena!
ResponderEliminarUn abrazo
Ya, yo pasé un poco de miedo pero como mi novio ya conocía la zona y tal... Bueno, hubo suerte al final menos mal jejeje. Un abrazo
EliminarUn sitio precioso que yo sólo vi de lejos y es verdad que son impresionantes los acantilados. Eso sí, yo no me hubiera arriesgado a pasar, yo no soy tan valiente.
ResponderEliminarUn beso!
Bueno, no te creas que yo soy muy valiente jajaja, pero al final nos arriesgamos. Un besito
EliminarEstuve trabajando por Canarias hace muchos años y Tenerife, junto con el Hierro eras mis islas misteriosas. Muy bonito.
ResponderEliminarDesde luego, una preciosidad de isla Tenerife. A ver si puedo conocer pronto el Hierro. Un saludo
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