¡No vayáis! Primer aviso. Sé que el nombre del museo puede ser
prometedor si eres devoto de la leche y el queso como yo, pero no merece la
pena en absoluto. Comenzaré la historia por el principio, y luego me contáis si
seguís con ganas de ir o no.
Uno de nuestros objetivos en
Asturias era visitar alguna quesería o
algún museo relacionado con los lácteos, pero no era tan fácil como parecía.
La mayoría de museos chulos (los relacionados con el queso cabrales) estaban
lejísimos, y los que no, tenían poco horario de apertura o no permitían
visitas. Yo llevaba mi folleto de los museos del queso, pero, aviso, está
bastante desactualizado y casi no sirvió de nada. Llamé a un par de sitios en
los que me trataron como loca cuando pregunté que si se podía visitar.
Por fin encontramos el que
parecía el definitivo: el Muséu
Etnográficu de la Llechería (Museo Etnográfico de la Lechería en castellano).
¡Bien! Nos pillaba relativamente cerca, en la Foz de Morcín, y costaba 2€ la visita, según la guía. De nuevo, el
folleto estaba desactualizado, porque costaba 3€ la entrada.
Cuando por fin lo encontramos,
que costó lo suyo, nos dio un vuelco el corazón. ¡Estaba cerrado! No nos lo
podíamos creer. Ya que estábamos allí, nos acercamos a la puerta a ver qué
ponían los carteles, por si abrían más tarde. Esto era lo que encontramos,
además de los horarios:
Fuera quien fuese quien había puesto ese cartel, estaba en el supermercado de enfrente. Así que allí nos dirigimos. Una vez en el supermercado,
preguntamos al dependiente, que nos dijo que nos esperásemos y que ahora nos
abrían. Nuestro asombro aumentaba cada segundo. Esperamos pacientemente hasta
que nos abrieron. Pasamos por caja, aunque cada vez con más dudas, y ahí nos dejaron, SOLOS, en el Museo de la Lechería. El sitio
era pequeño, olía a humedad, y daba un poco de miedo, con tanto cachivache y
con esa soledad en la que nos habían dejado. Realmente descubrí que no estábamos tan solos cuando pasé al baño y vi las
arañas que había por todas partes, casi me da un patatús. ¡No vayáis! Segundo
aviso.
¿Qué aprendí en el
museo? Poca cosa, para qué voy a
mentir. El clima no era muy propicio para que mantuviera la atención en los
pobres paneles que acompañaban los artilugios para elaborar el queso, batir la
leche o sacar manteca. Encima las cosas que ponían no eran demasiado agradables
(fragmento de un cartel del museo: "en
el odre se introduce la leche por la boca […] situada en el cuello del animal,
y se cuelga de la rama de algún árbol próximo hasta que cuaje").
Total, que no me gustó nada aquel sitio.
Me pareció totalmente descuidado, desconozco las razones de
que esté así (y me encantaría saberlas, podría ser un lugar muy interesante).
Al acabar la escueta visita, volvimos al supermercado para avisar de que nos
íbamos de allí. Fin del cuento. Por todo esto es por lo que os recomiendo, por
tercera vez, que no vayáis, a no ser que cambien las cosas y acondicionen el
lugar.
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Visité el museo en la primera semana de agosto de 2017, a pesar de haber leído las repetidas advertencias de este blog. Afortunadamente no hice caso de las mismas, porque mi impresión del mismo difiere bastante. Es verdad que el local que aloja la muestra no es adecuado(¡se trata de una antigua discoteca!), y que se encuentra algo descuidado. Pero las razones de este estado de cosas eran fáciles de saber, con solo investigar un poco en internet o preguntando al "dependiente" del supermercado, que muy probablemente fuera José Sariego, impulsor del museo y la persona que a lo largo de más de treinta años ha logrado reunir el importante conjunto de piezas que se muestran.
ResponderEliminarEl museo es fruto del esfuerzo desinteresado de esta persona y un pequeño grupo de colaboradores. Tuvo en su momento ayudas y subvenciones para realizar el magnífico documental que puede verse en el interior y para dos o tres publicaciones que pueden adquirirse en el lugar, de un enorme valor para cualquier verdadero iteresado en el tema. En 2006, a instancias de las Consejerías de Industria y de Cultura y con financiación procedente en su mayoría de los Fondos Mineros, se aprobó un nuevo equipamiento para el museo, en el antiguo cargadero de hullas del Pozo Monsacro, en las afueras de La Foz. Se invirtió un millón de euros en la obra, entre polémicas y denuncias de corruptelas, tras lo que el proyecto y el nuevo edificio se abandonaron. Con la crisis se acabó el dinero y el museo sobrevive como puede en el lugar que lo vió nacer.
En cualquier caso, disfruté mucho la visita, pues la colección es completísima y realmente merece la pena. No es un museo para turistas al uso, no es "intagrameable" ni tiene grandes recursos interactivos, pero en contenidos es muy rico, mucho más que otros con más medios y sin embargo vacíos y refleja el cariño y el esfuerzo puestos en su creación.
Creo que a poco que lo hubieras recorrido con otros ojos y le hubieras dedicado algo más de tiempo e interés debería haberte gustado.
Hola Carlos! Gracias por tu comentario, me ha encantado saber más del sitio 😊 Tal vez llevaba otras expectativas y por eso no me gustó ni lo recomiendo. Por suerte, con lo que has escrito, los que lean este post podrán tener otra visión del asunto ☺
ResponderEliminarAsí que de nuevo gracias por comentar.
Por cierto, que mis visitas a los sitios no tienen que ver con si son o no instagrameables como tú dices 😉
¡Un saludito!