Fíjate que la primavera es de mil
colores. Acuérdate del dicho ese de que “la primavera, la sangre altera”. Pero
a mí, casi me altera más el otoño con sus amarillos, marrones y rojizos. Con
sus hojas caídas. ¡Me encanta el otoño!
Y para disfrutarlo, he visitado la Quinta
de los Molinos, catalogado como Parque
Histórico en 1997.
Es facilísimo llegar, y la entrada es gratuita. Desde el centro
de Madrid se tarda unos 20 minutos en metro (parada Suanzes), que te deja en la
puerta de uno de los cinco accesos al parque. Una vez dentro, tienes 25
hectáreas de terreno por recorrer.
Los orígenes de esta grandiosa
finca los encontramos en los años 20, cuando el ingeniero y arquitecto César Cort adquirió la parcela
cercana al palacete, que hoy podemos contemplar solo desde fuera. El señor Cort
–que también fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid- siguió ampliando el
parque hasta su muerte en 1978.
Lo más famoso de la Quinta de los
Molinos son sus almendros, que en
primavera se llenan de flores y le dan un toque romántico al parque que atrae a
mucha gente. Sin embargo, ya te adelanto que ahora los pobres almendros están
muy deslucidos… La buena noticia es que tienes muchos más rincones que visitar
que están igual o más bonitos que en la estación floral.
Piérdete por sus caminos, aspira
el olor a naturaleza y llega hasta el lago, otro de los puntos fuertes del
lugar. Muy cerca encontramos los molinos
que dan nombre al parque, que nada tienen que ver con los que yo tenía en la
cabeza, que eran algo así como los molinos manchegos contra los que luchaba Don
Quijote. Estos molinos son dos moles metálicas traídas desde Estados Unidos
que, en su tiempo, sirvieron para extraer el agua subterránea y regar el
parque.
En definitiva, si quieres conocer un rincón diferente de
Madrid, creo que este es una buena alternativa. Bueno, bonito y gratuito 😉
Wow que bonito :)
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